martes, 20 de octubre de 2009

Sin aviso

Levantándose en silencio cruzó el salón. Unas cuantas personas lo vieron, otras ni se enteraron. A ella le pareció raro. Notó algo siniestro, imperceptible, sutil y fugaz en él. Como la sensación de un sueño sin un significado aparente.
Con ese cosquilleo detrás de sus orejas lo vió cruzar el salón hacia la salida. A través del ojo de buey de la puerta pudo ver su perfil mientras la cerraba.
Ese fue la última imagen que tuvo de él. Nunca más lo volvió a ver.

lunes, 19 de octubre de 2009

Prepararse para agradar. Así se abría el telón todos los días... Con el show del aparentar. Mirarse al espejo por las mañanas, respirar hondo mientras se recuerda el libreto y montar el espectáculo de la farsa. Este teatro cotidiano era el día de hoy tan antiguo en su vida que ya se lo creía real, creía ser el propio personaje. Ella misma había sido engullida por su propio montaje. Había perdido toda espontaneidad. Como un perro de Pavlov se fue condicionando por la sonrisa de los demás a través de estos años. Se fue moldeando tomando como guía la aceptación de los demás y el rechazo de otros también. No hay nada mejor para sentirse mas cerca de algunas personas que distinguiendose de otras. Se vestía pavlovianamente, hablaba pavlovianamente y escuchaba la musica, miraba las películas y leía los libros que bajo su condicionamiento harían desfilar las sonrisas que ella tanto necesitaba para sedar su dolor. El dolor de no ser aceptada, de no ser amada, admirada, de no ser nadie, de ser común, de ser lo que ella era.
Se desvío así de su verdadero yo. Todo el tiempo afectando su personalidad para dibujar en el conciente de las demas personas una personalidad interesante, inteligente y diferente.
Rodeada de un montón de otras personas farsantes. Todas tratando de que los rayos del sol se reflejen sobre ellos de manera diferente a los demás. Eran todos unos patéticos imbésiles encerrados todos en el misma sala de teatro. Eran todos unos artistas, suprimiendose, reprimiendo su escencia. Buscando la felicidad a través de la aceptación y reconocimientos de otros tantos necesitados. Oh! que interesante eres!, Oh! que inteligente!, oh! qué original! Cuanta personalidad! Esas expresiones eran sus premios, sus medallas doradas.
Con cada una de ellas se iban anestesiando cada vez más. Si tan solo fueran ellos un solo día... si dejaran las mascaras en las casas... Seguramente encontrarían gente que los quisiera como son.

lunes, 12 de octubre de 2009

Se despertó después de haber dormido 14 horas, sin embargo se sentía cansado. Muy cansado. Tardó mucho tiempo antes de sentirse completamente despierto. Siempre le pasaba lo mismo: se sentía embotado. Sus oídos escuchaban como si estuvieran llenos de agua, sus ojos hinchados le picaban y la garganta estaba seca despues de dormir tanto tiempo con la boca abierta. Eso era básicamente lo que hacía, sentirse una piltrafa. Se quedaba ahí en la cama por un buen rato. Siempre era así, todas las tardes era así. Digo todas las tardes porque hacía mucho tiempo que no se levantaba a la mañana. La energía del sol de la mañana era un vago recuerdo de su niñez cuando iba al secundario. Nunca mas se volvio a levantar a las 6 am. Ahora sus mañanas comenzaba a las 4 de la tarde. Tardes de invierno nubladas con poco sol y mucho frío, mucha soledad.
Ahí se quedaba, en la cama, como un parapléjico. Eso no hacía más que hacerlo sentir más patético. Sí fuera un lisiado al menos habría excusa. La suya era una parálisis mental. Se consideraba un tarado. Su vision de si mismo era la de un estorbo, un inútil mediocre.
Ese era su más difícil desafio: levantarse de esa apestosa cama en la que se quedaba como postrado, convaleciente de una mente débil y llena de complejos que lo deprimían hacía un pozo sin fondo en su propia mente.
Todo ese esquema de si mismo no existía mas que en su mente. El pozo estaba en su craneo. Sin embargo su existencia sería mas justificable dentro de un pozo para lo que hacía, o mejor dicho, dejaba de hacer.
Como dije, ahi se dejaba estar. Postrado en la cama. Lo único que podía hacerlo levantar era la necesidad de ir al baño, porque ni el hambre lo hacia levantar. Estaba acostumbrado a esa sensación de vacío en su estómago croante. Raras veces se hacía algo mas elaborado que un sandwich, la mayoria de veces ni eso. Su flacura era evidencia del estado de dejadez en que se encontraba de sí mismo.
Patética existencia irremontable, se decía a si mismo mientras giraba en la cama.