domingo, 13 de septiembre de 2009

Siempre había gozado de un gran éxito con las mujeres, pero había conocido al amor de su vida y el siempre fue un hombre respetuoso y por lo tanto nunca la traicionó con otra. Era un hombre muy reconocido dentro de su profesión de doctor por lo que también tenia mucho miedo de que se diera a conocer que le traicionaba. Delirios paranoicos básicamente fundados en montones de historias de gente que conocía donde por una manera u otra el hombre o mujer engañado se enteraba y todo se iba al carajo. Por otro lado tambien tenia a 2 hijos que quería verdaderamente mucho y no soportaría destruir la imagen de hombre ejemplar que había creado con tanto esfuerzo para ellos. Porque cuento esto? porque la mujer no lo satisfacía. Habiendo pasado los años la relación se fue tornando verdaderamente fría y sin sentimientos, se podría decir que estaban juntos nada más por una cuestion de costumbre, por los hijos o vaya a saber uno por cual estúpida y superficial razón burguesa que mutuamente querían mantener ya sea en el club de tenis o el de yates.
Ella le era totalmente infiel. Tenía varios amantes por lo que no hace falta aclarar que en ese aspecto ella se lo tomaba mucho mas a la ligera que el pobre desgraciado que iba acumulando esperma, ya fuera de sus testiculos abarrotados de él, en su cerebro que empezó a dar señales de problemas de control. Primero estaba perdiendo realmente un poco la concentración, luego pasó a volverse un mirón con sus compañeras de trabajo. Primero a las perras estilizadas y armadas con horas de gimnasio para luego simplemente calentarse con cualquier enfermera deshecha y horripilante. Luego pasó a ser un poco molesto y toquetero. Se dió cuenta que su lascivia estaba llegando a niveles inmanejables. De más está decir que se masturbaba, pero ya a esa edad la propia mano no es suficiente y seguía caliente el resto del día. Incluso a veces era peor, quedaba mas caliente antes de habersela hecho. Necesitaba carne, tetas, culo, orificios que rellenar, fluidos para enchastrarse. Pero sus temores eran mas fuertes que él y la represión que se imponía se estaba volviendo insoportable. Varias veces pensó en ir al prostibulo de la cuidad, pero ya sabía que se encontraría con más de algún imbésil que no tardaría en hacer correr la vos de lo putañero que se estaba volviendo el doctor. Cómo el gran Dr. Calderón, genio de la cirugía cerebral, icono de la ciudad podía andar de putas con la hermosa mujer que tenía y con el decoro que debía imponer ser el padre de esos excelentes y destacados hijos de la comunidad de su barrio privado.